Las historias que se cuentan los emprendedores
¿Qué historias hemos creído por años y, al detenernos a pensar, nos damos cuenta de que fueron infundidas por otros? Así como durante mucho tiempo hemos normalizado la ausencia de mujeres o personas de color en posiciones de poder, o hemos aceptado ciertos cánones de belleza y el estatus como símbolo de éxito, en el mundo de las startups también hay narrativas que se han empezado a institucionalizar simplemente porque voces de autoridad las escriben y cientos de seguidores las repiten. No tengo nada en contra de esas voces, ni de quienes las seguimos, pero es importante tomar conciencia de las historias que a veces creemos y no son reales, porque todos hemos caído en ellas y las hemos replicado.
Lidiando con la aceptación de quién soy, hice un ejercicio con mi terapeuta sobre las historias que me he contado y que, al analizarlas profundamente, resultaron ser falsas. Por ejemplo, durante mucho tiempo pensé que debía ser extremadamente inteligente y, al mismo tiempo, lo que algunos describirían como una "mamacita" de buen cuerpo para ser aceptada. De niña, creía que no ser delgada me hacía inferior a otras mujeres, o que llevar el pelo rizado me hacía ver menos arreglada y más desordenada, por lo que lo alisaba a diario. También pensaba que ser solo linda no era suficiente, ya que podría encajar en el estereotipo de "mujer atractiva sin mucho en la cabeza", así que debía esforzarme por ser brillante.
Estos son solo algunos ejemplos personales y algo banales de lo que empecé a anotar en la lista que mi terapeuta me pidió sobre las historias que me he contado a lo largo de mi vida. A medida que añadía más cosas a la lista, me di cuenta de que, en la actualidad, más del 70% estaban relacionadas con cosas que había escuchado sobre startups y que simplemente adopté sin cuestionar. Algunas de las historias que me he creído son:
Los mejores founders tienen un background y experiencia determinados ya sea por sus trabajos del pasado o por las universidades de las que se gradúan.
Las startups deben crecer a toda costa, y esa es la tarea más importante en sus inicios.
Fake it until you make it: al principio hay que fingir hasta ser creíble y luego construir algo mejor.
Quien más capital levanta es el emprendedor que mejor va.
Para emprender, hay que ser creativo y arriesgado a la vez.
Es necesario obsesionarse con el problema, no con la solución.
Para crecer aceleradamente se necesita capital de venture capital.
Una startup será tan grande como lo sean sus fundadores.
Un buen equipo de founders necesita llevarse bien y ser amigos.
Sin product market fit, ninguna startup puede crecer.
Para lograr grandes cosas, hay que trabajar 24/7, de lunes a domingo.
Hay que ser visible en LinkedIn para adquirir clientes y posicionar la empresa.
Si soy visible y consigo má posicionamiento tendré éxito.
Los emprendedores que han fracasado en empresas anteriores tienen más probabilidades de éxito en nuevos proyectos.
Los solo founders son un riesgo de inversión.
Los emprendedores de impacto buscan resolver problemas sociales reales y no dinero.
Los inversionistas son quienes más saben de startups.
La competencia es el enemigo.
Los eventos son un canal de adquisición crucial para el mundo emprendedor.
Hay que mantener al equipo motivado para compensar el sacrificio de trabajar en una startup.
Si continuara con mi lista, este post se convertiría en un catálogo interminable de creencias. Algunas de estas historias todavía las creo, como la obsesión con el problema en lugar de la solución. Sin embargo, otras ya no me convencen, como la idea de que levantar capital es sinónimo de éxito o que figurar en medios y redes es un indicador de buen desempeño.
En un ecosistema que premia lo incorrecto, es fácil creer historias falsas que se institucionalizan y parecen verdades absolutas. Además, los emprendedores tenemos una característica que agrava este fenómeno: hay una necesidad de construir nuestras propias historias porque al principio solo hay una idea y entonces tenemos que creernos el cuento hasta que sea una realidad. Es ahí donde el límite entre lo real y lo ficticio se vuelve difuso, y podemos engañarnos creyendo cuentos.
Las historias que creemos pueden venir de otros o de nosotros mismos. Como mencioné al inicio, decirme que mi pelo rizado es poco profesional es una historia que yo misma inventé. En cambio, la creencia de que el perfil de LinkedIn o la hoja de vida de alguien refleja su valor, es una historia que otros me contaron y que acepté sin cuestionar.
Si empezamos por analizar los cuentos que como emprendedores nos contamos a nosotros mismos, las historias que nos cuenta el ego pueden ser las más peligrosas, porque son las más difíciles de desmentir. Un estudio de UCL en Londres demostró que la repetición de falsedades insensibiliza al cerebro ante la deshonestidad. Los científicos encontraron que la amígdala (una parte del cerebro asociada con la emoción) se activa cuando las personas mienten para su beneficio, y mientras más repiten una mentira, más cómodos se sienten con ella. Por ejemplo, en ambientes con personas muy saludables decimos que hacemos más ejercicio de lo real para quedar bien, o más aterrizado al mundo startup decimos que leímos un libro popular en el ecosistema, cuando no es cierto, para parecer más sofisticados.
En el mundo de las startups, tan incierto e ilusorio al inicio, es fácil caer en historias inventadas. Nos decimos que nuestras empresas no son más grandes por falta de capital, o que no levantamos inversión porque los inversionistas no toman riesgos o no les gusta nuestra industria. Nos convencemos de que tapar problemas de caja temporalmente solucionará la falta de tracción o la falta de capital el próximo mes. Decirnos esto de manera repetida nos quita responsabilidad en nuestro rol de emprendedores y a veces puede ser tarde para corregir el rumbo de las mentiras que nos hemos creído.
En un estudio sobre el fracaso que hicimos en Rockstart y que siempre cito, es curioso ver cómo las razones de las quiebras difieren según la perspectiva. Los inversionistas suelen señalar la falta de habilidades de los emprendedores, mientras que los founders dicen que la falta de capital los llevó al fracaso. Ambas historias pueden ser ciertas, pero lo profundo es que muchos fundadores tardan en ver los problemas a la cara y terminan creyendo historias que los llevan al fracaso repentino.
Ahora bien, otro escenario es cuando son otros quienes nos cuentan historias que creemos. Al inicio de mi carrera en esta industria de las startups, me sorprendió la cantidad de “gurús” o “mentores” sin experiencia real que venden conocimiento y programas de acompañamiento. Lastimosamente muchos emprendedores han perdido equity o dinero por promesas vacías que se escudan en historias infundidas como la idea de que se necesita “pedigree” para emprendeder o que se necesitan conexiones específicas para tener éxito que solo estos gurús pueden darnos.
Conozco casos de emprendedores que han cedido participaciones esperando ayuda o introducciones con personas claves, pero al final solo recibieron humo. La mayoría de estos acuerdos terminan perjudicando al equipo fundador, complicando futuras inversiones o creando problemas internos. Esto puede explicar por qué en este ecosistema hay tantos emprendedores que no son fundadores, o mentores certificados sin conocimiento ni experiencia fundado empresas, o aceleradoras que no aceleran, o inversionistas que no invierten.
Por otro lado, eso es solo un porcentaje de las historias que nos cuentan y que creemos en el ecosistema. Pero hay unas peores por su masividad. A veces redes como LinkedIn o comunicados de prensa pueden dispersar historias que no son ciertas. La más común son las noticias de rondas extravagantes que solemos relacionar de manera proporcional con el éxito inmediato de un emprendedor o una compañía. Hay otros casos de perfiles de LinkedIn muy trabajados pero con empresas poco trabajadas que hacen pensar que todo va en crecimiento constante. Y otra historia cada vez más frecuente es la de que la participación en eventos es proporcional al éxito que tendrás con tu empresa.
Si bien hay casos positivos de todas las historias anteriores, llegar a generalizar el éxito de alguien por lo que vemos en un medio, una red o un evento es un error. Compararnos con otros por estas historias puede hacernos sentir fracasados si no hemos logrado lo que otros aparentan. Es como si a veces olvidáramos que el valor esta en las compañías que construimos y no en todo lo demás que es externo.
[Mi forma gráfica de entender la diferencia entre enfocarnos en las historias de mentira que nos creemos y enfocarnos en nuestros usuarios y en nosotros mismos como fundadores]
Después de muchas vueltas y reflexionar sobre haber creído estas historias, mi conclusión es clara: los usuarios y los clientes deben ser los jueces de la realidad. Es más, cada vez que me frustro y me lleno del dolor de startups a las que en Rockstart tenemos que decirles que no les podemos invertir porque ya tienen un problema de cap table en los primeros días dejando equity a otros que no han aportado lo mismo o que son red flags andantes del ecosistema, intento recordar una cosa: un fundador que se enfocó más en lo externo que en sus usuarios probablemente no sería un buen match cultural para nosotros. Aunque prometí que en “Entre Founders” no daría consejos, hay uno que no puedo evitar compartir: ada vez que nos sintamos en necesidad de otros o cada vez que nos veamos insuficientes frente a otros del ecosistema por lo que aparece afuera, pensemos por un minuto ¿es esto real o es solo una historia que me estoy creyendo?
He visto este patrón en muchos founders que he evaluado en Rockstart. Nos creemos tantas historias que nos debilitamos adentro y tomamos malas decisiones. Cuando nos guiamos por LinkedIn, la prensa o eventos, perdemos el enfoque en lo que realmente importa: nuestros usuarios y nosotros mismos como fundadores. Aunque decirlo es fácil, ser emprendedor significa resistir muchos “no”, y es común caer en mentiras que nos contamos. Por eso, vale la pena escribir las historias que hemos escuchado o nos hemos dicho y empezar a decodificarlas para saber cuáles son útiles y cuáles no.
Como siempre, gracias a este ecosistema que aunque a veces me duele por los acuerdos injustos, me permite ver en esos cuentos las mismas historias que yo me creo a veces. Gracias por los que cuentan historias que si son verdad. Y gracias a los que no aparecen en ninguna parte, ni eventos, ni prensa, ni LinkedIn y aún así están construyendo tremendas empresas, ustedes son la representación gráfica de por qué hay que desmentir tantas historias que se han institucionalizado en el ecosistema.