Tener otro hijo
Llevo meses escribiendo este blog y decidiendo si publicarlo o no. Lo he cambiado muchas veces, lo he desarmado y vuelto a armar pensando en todas las historias de founders que son papás y que he acompañado. Tal vez lo he reescrito tantas veces porque aún no soy mamá y siento que tengo poca autoridad para hablar del tema. O quizás porque todas las historias de paternidad en emprendedores que conozco son tan distintas entre sí. No sé con certeza la razón, pero después de una charla que tuvimos hace unas semanas con la comunidad de founders que tienen hijos (organizada entre Rockstart y Wizzer) decidí que era momento de publicarlo.
Los hijos son un tema especialmente difícil y delicado de escribir, porque no existe un manual que funcione para todos. En ese sentido, se parece mucho al emprendimiento. Sin embargo, creo que tener hijos siendo emprendedor es un reto absolutamente distinto. Para empezar, casi todos los emprendedores sienten que sus negocios son como un hijo. Para quienes crearon su startup antes de tener hijos, esta suele convertirse en su primer "hijo". Y aunque suene romántico, en realidad no es una cuestión de romanticismo, sino de cómo se vive: es una creación propia que nació de uno mismo y que creció gracias al trabajo, el tiempo y el empeño que se le puso.
Pero ahí es donde he visto a varios emprendedores cambiar. Antes de tener hijos, llamaban “hijo” a su negocio. Después de tener hijos biológicos, esa concepción se transforma. En el mundo del emprendimiento, especialmente entre los founders más competitivos, un gran esfuerzo suele traducirse en un resultado: el producto que se sueña, el negocio que escala. Con los hijos no necesariamente pasa lo mismo. La idea que uno tiene en la cabeza de cómo quiere que sea su hijo no siempre coincide con lo que ese niño terminará siendo.
Es curioso cómo solemos pensar que emprender es el mayor de los retos. Pero cuando llegan los hijos, la historia cambia. Evidentemente, no soy experta en crianza ni en educación. Pero como en todos mis blogs, escribo desde lo que he visto acompañando a founders que son papás. He presenciado cómo la llegada de un hijo puede desafiar todo lo que un emprendedor cree ser, cómo puede confrontarlo con sus propias inseguridades, traumas y aspectos que ni siquiera sabía que existían. Porque, a diferencia del negocio, donde uno impone el ritmo, con los hijos ese ritmo lo marca otro ser. Y muchas veces, ese hijo trae en su ADN partes de uno mismo que no se reconocían… hasta que las ves, de frente, en él.
En otro blog escribí sobre las parejas de los emprendedores, y mencioné que hay founders a quienes admiro profundamente como profesionales, pero que a veces me generan angustia como parejas sentimentales. Lo mismo me ocurre con su rol como padres. Tal vez suene entrometido de mi parte, pero no es la intención. Solo es una reflexión personal que quiero compartir.
De hecho, para ser completamente honesta, lo que me angustia de esos emprendedores que son grandes empresarios pero no necesariamente grandes papás es lo mismo que me preocupa de mi posible rol como mamá en el futuro. Muchas veces me cuestiono si lo haría bien. Hace unas semanas, en la charla que tuvimos sobre este tema con Simón Borrero, de Rappi, y Felipe Santamaría, mi socio, muchas de las preguntas giraron en torno al balance y a la culpa que sienten algunos padres por no estar presentes en ciertos momentos, porque el emprendimiento requería su atención y se volvió prioridad.
Esa discusión, evidentemente, no tiene una única respuesta. Para Felipe y para Simón, por ejemplo, todo parte de la visión que uno tenga: esas decisiones de trabajo, dicen, serán el ejemplo para que sus hijas en el futuro también se esfuercen por crecer y hacer cosas grandes. Sin embargo, después de la charla, aunque muchos en la audiencia se sintieron aliviados, también admitieron que hay momentos en los que sus hijos probablemente resentirán que no hayan estado.
Lo más valioso de la charla con Simón y Felipe no fue encontrar respuestas, sino sentirnos acompañados en las preguntas. Lo dijeron varios después del encuentro: lo que más alivio trajo fue ver que incluso los founders más visibles y exitosos también sienten culpa, contradicción, miedo, frustración… y muchas veces no saben si lo están haciendo bien.
Uno de los momentos más potentes fue cuando hablaron sobre cómo la paternidad los había hecho más humanos y vulnerables, y cómo eso les cambió incluso la forma de liderar. Simón contó que se volvió mucho más consciente de cómo su tiempo se reparte, y que ahora no solo lo gestiona por productividad, sino también por conexión. Felipe habló de cómo criar a su hija lo obligó a ponerle intención a lo que antes hacía en automático: desde dar un consejo hasta contestar una llamada. Es decir, ser papá también les ha pedido crecer como personas, no solo como CEOs.
Pero hubo algo que también quedó flotando en el ambiente: por más que uno conecte con lo que sienten, cuando las preguntas buscaban respuestas o recetas, algo no terminaba de cerrar. Como dijo un emprendedor de la comunidad: “Ellos son grandes empresarios, pero eso no los hace grandes seres de familia (aún)... lo que dicen que hacen, nadie sabe si está bien o mal. Son papás jóvenes, solo el tiempo dirá si lo hicieron bien”.
Eso me dejó pensando. En la charla se repitió mucho la palabra visión, como si tener una visión clara justificara muchas decisiones de corto plazo. Pero ¿cuál es la visión en la crianza? ¿Es la visión de uno o la que co-construye con su hijo? ¿Podemos tener OKRs familiares como tenemos en la startup? ¿O eso también es querer meterle estructura a algo que necesita más presencia que control?
¿La respuesta a esto? No existe. Ni Simón, ni Felipe, ni los asistentes, ni siquiera un experto en crianza la tiene. Porque la crianza es tan relativa como el emprendimiento. Lo que le sirve a un papá no le sirve al otro. En eso, sí se parecen mucho los bebés y las startups: ninguno viene con manual, y es solo a través de la experimentación y las iteraciones que uno va descubriendo el camino.
Puede sonar raro: experimentar en el emprendimiento está bien, ¿pero con los hijos? Bueno, no sé si la palabra correcta sea “experimentar”, pero honestamente, lo que veo es que hay muchos ejercicios prácticos que los padres prueban para mejorar el sueño, las pataletas y todos esos desafíos cotidianos. Para mí, eso también es experimentar. Y en eso, criar hijos y construir una empresa se parecen más de lo que imaginamos.
Ayer hablaba con una emprendedora que recientemente fue mamá, y me decía que sentía como si haber emprendido antes hubiera sido la primera parte del curso de maternidad. Cuando uno emprende, igual que cuando tiene hijos, no hay una meta final clara y definida. No hay un único final, sino que la visión se va construyendo sobre la marcha. Es un cambio de mindset: entender que los esfuerzos diarios son los que construirán el futuro. No se trata (como nos enseñan en el colegio o la universidad) de un parcial, una sustentación o una ceremonia de grado. En pocas palabras: uno jamás se gradúa, ni como papá ni como emprendedor.
Para quienes quieran profundizar en estos temas porque son papás y emprendedores al mismo tiempo, los invito a unirse a nuestra comunidad gratuita y a revivir la primera charla que tuvimos con Simón Borrero y Felipe Santamaría. Ningún emprendedor tiene la verdad absoluta. Ninguno puede ser ejemplo perfecto de paternidad ni de crianza. Pero escuchar que todos compartimos los mismos miedos y dudas puede ayudarnos a liberar un poco la presión de sentirnos insuficientes, como padres y como emprendedores.
Gracias a Wizzer, que me ha acercado tanto al mundo de la crianza. He aprendido muchísimo. Aunque siempre he amado la educación y a los niños, nunca había aprendido tanto como en estos meses acompañándolos. Gracias a todos los miembros de esta comunidad, incluidos Simón y Felipe, que se atreven a hablar de lo verdaderamente difícil que es ser founder y tener hijos. Y gracias a quienes leyeron este blog sin juzgarme por mi inexperiencia en crianza y comparten un poco de lo que estoy aprendiendo para algún día ser mamá sin dejar de emprender.