Si hay algo que nos obsesiona en Rockstart es el ADN del emprendedor. Llevamos años seleccionando y evaluando a miles de personas que, afortunadamente, aplican a nuestros programas. Con el tiempo, hemos comprobado que lo más importante en la selección es el equipo. Seguro, si perteneces al ecosistema emprendedor, esto no te suena nuevo: has escuchado de cientos de inversionistas y programas que insisten en que el equipo lo es todo. Para nosotros también lo es, lo llamamos ADN emprendedor y nos hemos obsesionado con estudiarlo y volverlo parte de nuestra cultura.
Como decía, en una convocatoria en nuestros fondos en Latinoamérica, pueden aplicarnos entre 1.000 y 3.000 emprendedores. Iniciamos con la evaluación de formularios hasta llegar a entrevistas con el top 25. Es en esa etapa donde ponemos especial énfasis en el ADN emprendedor. De todos los componentes que evaluamos, el que más peso tiene es: la humildad. Sin embargo, cuando explicamos esto a otros, muchas veces nos critican, como si pedir humildad fuera sinónimo de esperar sumisión o conformidad. Nada más lejos de la verdad: para nosotros, la humildad no tiene NADA que ver con decirnos que sí a todo.
Hace unos días hablaba de esto con uno de nuestros emprendedores, ahora radicado en Estados Unidos, y me decía que sentía que la humildad es algo muy arraigado en los latinos… y que a veces nos hace daño. Según él, en Latinoamérica nos sentimos incómodos al hablar de nuestros logros, mientras que en Estados Unidos la gente lo hace con orgullo. Él sostiene que, al emprender, muchos latinos llegan con una actitud tímida, como si tuvieran que pedir permiso para soñar en grande.
Y sí, hay una diferencia cultural que influye en la forma en que hacemos negocios. Pero también creo que el problema es entender mal la humildad, y pensar que va en contra del ego. Partamos de algo claro: el ego es una característica fundamental del emprendedor. Para construir algo grande, uno tiene que tener fé ciega en sí mismo. No existe emprendedor sin ego, porque emprender, en el fondo, es un acto de creencia absoluta.
Ahora bien, también es cierto que los emprendedores con humildad saben escuchar. Rodearse de personas (empleados, clientes, inversionistas, mentores) es parte esencial del camino. Y escuchar no es pasividad, es coachability: una forma de humildad activa, que parte de creer en uno mismo pero reconocer que uno no se las sabe todas, y que siempre hay algo que aprender de quienes han recorrido caminos distintos o más largos.
Siempre lo digo: un emprendedor debe ser muy cuidadoso al elegir de quién recibe mentoría. En un ecosistema donde abundan los autodenominados gurús, es fácil terminar siguiendo consejos que hacen más daño que bien. Un buen mentor no pontifica, comparte. No busca tener la razón, sino ser útil desde su experiencia. Pero aunque se habla mucho del rol del mentor, poco se habla del mentee, y un buen mentee es, ante todo, coachable.
Ahí es donde surge la confusión: muchos creen que ser coachable va en contra del ego. Y no es así. El ego es esa voz que dice “yo soy así” y que, si se desborda, se vuelve ciega, sorda y peligrosa. El problema no es tener ego, es cuando el ego nos impide reconocer errores, aceptar críticas o dejar espacio para otros puntos de vista. Esa versión inflada del ego lleva a malas decisiones, motivadas por vanidad más que por estrategia.
Entonces, la relación entre humildad y ego es más compleja de lo que parece: no son opuestos, pero sí pueden chocar. Un ego sano y bien gestionado puede convivir perfectamente con la humildad.
A veces discutimos esto dentro del equipo, especialmente cuando estamos formando a nuevas personas en Rockstart. Hay dos casos de founders que siempre salen a colación: uno de nuestros mejores emprendedores suele ser tildado de egocéntrico o poco humilde porque dice mucho que no y habla con fuerza de lo que hace y en lo que cree. Sin embargo, quienes lo conocemos bien sabemos que tiene un gran ego y una gran humildad al mismo tiempo. Estudia, escucha, y busca a sus mejores detractores para aprender de ellos, no de quienes lo aplauden.
Otro emprendedor, de nuestro batch más reciente, me dijo hace poco que lo que más le atraía de ser parte de Rockstart era nuestra acidez. Cuando me lo dijo, todo hizo clic en mi cabeza. Por eso seleccionamos los equipos que seleccionamos y por eso nuestro enfoque es diferente al de otros. Como él lo describió perfectamente: un buen emprendedor necesita una mezcla extraña de creerse el cuento con fuerza, pero también suficiente acidez para mantenerse con los pies en la tierra, reconociendo que aún le falta mucho más de lo que ha logrado.
Entonces, ¿qué es un ego sano? Para mí, es ese impulso que genera adrenalina para hacer que las cosas pasen. Es como una pastilla que se toma y le permite al fundador creer en sí mismo incluso cuando todo el mundo duda, incluso cuando ha fallado varias veces. Porque seamos honestos: al principio, lo que más reciben los emprendedores es incredulidad, críticas familiares, burlas de amigos y juicios por no tener un “trabajo real”. El ego sano es ese bálsamo que les dice: “inténtalo una vez más, esta vez puede salir”.
Es paradójico. Más adelante, cuando logran lo que soñaban, esas mismas personas que antes los juzgaban ahora los aplauden… sin ver todo lo que hubo detrás. Si lo graficara, sería como prepararse para una obra de teatro haciendo malabares mientras se suben escaleras. Cada escalón hace que las pelotas caigan, y el ego es el que empuja a recogerlas y a seguir. En ese sentido, el ego y la humildad van de la mano, recordándole al emprendedor que aún no sabe todo, pero que algún día lo sabrá. Y ese día llega: el show en vivo empieza, los malabares salen perfectos, y el público solo ve el resultado… no el sacrificio.
Lo más descarado es que, cuando llega el éxito, muchos dicen: “qué persona tan creída” o “qué egocéntrico”. Lo que no saben es que ese ego es lo que lo llevó hasta ahí, y lo que seguramente lo llevará a giras aún más grandes de muchos shows, por llamarlo de alguna manera metafórica. Porque un buen emprendedor no se queda en su primer espectáculo: empieza a prepararse para subir nuevos escalones, fallar de nuevo, y lograr un siguiente nivel.
Gracias a esos emprendedores que me muestran su ego sin miedo, que saben cuándo se les ha inflado de más y piden un buen estrellón a tiempo con mucha acidez. Gracias a quienes, con humildad, han aceptado nuestro llamado a creer más en sí mismos, y a redefinir la humildad como algo que no se opone a la terquedad, sino que la encauza. Y gracias también a quienes leen y escuchan estas reflexiones de inicio de semana.
Excelente reflexion y absolutamente valida