El fracaso es el único camino
El fracaso es uno de mis temas favoritos, de hecho, de todos los ebooks y estudios que he escrito en Rockstart, el estudio del fracaso de hace un par de años fue el que más me disfruté. Los días entrevistando fundadores de startups que habían quebrado en diferentes etapas y las noches de investigar sobre las razones de fracaso en Venture Capital fueron mis meses favoritos hasta el día de hoy en mi trabajo. Acá no quiero hablar del estudio, para eso quien quiera lo puede descargar y leer en este link, acá quiero hablar de las lecciones personales que me llevé al conocer tantas historias de fundadores que han quebrado.
En el mundo del venture capital la cifra más reconocida y mencionada es: el 90% de las startups fracasan. Es más, en unas de mis charlas en los programas yo inicio con ese dato y ya he recibido quejas de fundadores que le dicen a Felipe (CEO de Rockstart) que hago mal mi trabajo porque entro desmotivándolos. Y si me confieso, la verdad es que cuando nos llega ese feedback, Felipe y yo solo podemos reírnos y de inmediato pensamos que necesitamos enfocar nuestro programa tailored en que este fundador desarrolle habilidades para ver los problemas a la cara. Pero bueno, de eso no es de lo que quiero hablar.
Esta bendita cifra, tan repetida y cliché tiene un mensaje muy poderoso debajo. A veces parece que quisiéramos lo cool de las startups pero con el lado serio y certero de los corporativos, y olvidamos que la misma definición de venture capital nos indica que esto es puro riesgo. Dicho riesgo se traduce en fracaso, esta es una industria en donde la mayoría de los productos nunca ven la luz, los fundadores se quiebran y los fondos muchas veces no dan retornos. Y entonces, ¿por qué estamos tan locos de querer trabajar en ella?
Hablando con al rededor 30 fundadores que han quebrado entendí la respuesta a esta gran pregunta. Muchos de los que estamos en esta industria tenemos ganas de hacer cosas enormes y somos lo que coloquialmente llamamos en Colombia: “brutos pero decididos”. Tanto emprendedores como entidades e inversionistas creemos que vamos a poder hacer algo enorme y por más proyecciones y por más métricas que tengamos, muchos fracasamos. En esta industria lo único constante es el cambio y la incertidumbre, entonces quienes estamos aquí tenemos una especie de sesgo de súper héroe que cree que lo va a poder lograr, frase que tomo de Felipe mi socio y mentor.
Ahora, la realidad es que absolutamente nadie es súper héroe y el 10% de quienes la logran y construyen grandes compañías que dan grandes retornos tienen una cosa en común: ya habían fracasado antes y de hecho dentro de su empresa exitosa hacen muchas cosas que fracasan. Cuando un fundador cierra su negocio tiene dos caminos: verlo como final o verlo como parte del proceso. Aquellos que lo entienden como el camino para eventualmente lograrlo, seguramente serán quienes volverán a emprender y harán historia en su siguiente startup.
Todo esto puede sonar romántico y casi que un libro de autoayuda para emprendedores, pero debajo de esto solo hay una cosa en común: mucho dolor. Si bien fracasar es parte del proceso, es el factor que hace que este camino sea difícil y doloroso. Entre todas las historias de fracaso encontraba abajo de ellas muchas historias en donde los fundadores ante estas situaciones conocieron sus peores demonios y tuvieron que verse al espejo miserables.
Algunos emprendedores en el fracaso encuentran miedos que se convirtieron en techos para crecer, otros encuentran ego que no les permitió ver la realidad más allá y otros encuentran traumas del pasado que los lleva a tomar malas decisiones. Sea lo que sea que encuentran, todos los procesos de fracaso son humanos, pues el dolor y la emoción son los rasgos más humanos de nuestra especie. Y entonces es ahí cuando entendemos que el fracaso como camino de cualquier fundador nos trae un mensaje muy poderoso: no solo somos empresarios o emprendedores, somos personas de carne y hueso que sentimos y vivimos. Así mismo podemos entender que el fracaso le pertenece a nuestra versión de intento de empresario, no a nuestra versión de persona.
Viviendo de cerca el fracaso de un gran amigo en su startup y viendo la manera en que lo enfrentó, pude aprender de cerca lo que significa ver el fracaso como una versión de una misma persona y no como la persona en su totalidad. Este fundador hizo un proceso de cierre del cual pude aprender mucho. Él decidió cerrar el ciclo, decidió entenderlo como un capítulo de su vida y de manera literal se sentó a escribirlo, a hacerle honor para dejarlo en la memoria pero también escribió lo que quería de su siguiente capítulo como otra versión de esa misma persona. Ahora lo acompaño en su nuevo capítulo y puedo ver cómo ese fracaso lo convirtió en un mejor trabajador, una mejor persona y un ser un poco más evolucionado (emocionalmente hablando).
Lo más increíble de esta lección de este fundador es que no me cabe duda del dolor que vivió que ahora lo hizo mejor persona. Es de esos fundadores obstinados y “brutos pero decididos” que seguía intentando a toda costa. Es más, alguna vez le dije: te faltan pelotas para tomar decisiones; hoy nos reímos de eso pero entendí que “las pelotas” crecen en la medida en que se fracasa. A veces pretendemos tener las respuestas y los caminos correctos y olvidamos que la única manera de encontrarlos es en el error. No hay un GPS de la vida y por esto no hay GPS que le enseñe a ningún fundador qué camino lo llevará al éxito.
[Ilustración sobre no hay GPS que le enseñe a ningún fundador qué camino lo llevará al éxito]
Ahora, el éxito es tan relativo. Yo siempre he pensado que todos los opuestos provienen de la misma raíz. Por ejemplo: frío y calor son opuestos pero vienen de la misma raíz- la temperatura. Eso mismo pasa con el éxito y el fracaso, así como no podemos entender qué es calor sin el frío, tampoco podemos entender que es éxito sin haber fracasado. Y aunque todo esto suene metafórico, este emprendedor y otros que conocí en este research me enseñaron eso: el único camino es el fracaso.
Gracias a los más de 30 founders que nos ayudaron con el estudio. Gracias a mi amigo que me ha permitido acompañarlo en el fracaso. Gracias al poder de la empatía y la vulnerabilidad, pues fueron esas dos habilidades las que me permitieron conectar no solo con la versión de empresario fracasado para sacar data sino con los grandes seres humanos detrás de estas historias llenas de miedos enfrentados y dolores procesados.