El emprendedor estoico
Desde el título de esta entrada, ya muchos podrán tildar lo que escribiré aquí de cliché. Y lo entiendo, pues el estoicismo ha ganado mucha fama y parece haberse vuelto trendy en esta última década. De hecho, cada vez conozco más personas, sobre todo emprendedores, que están leyendo Meditaciones de Marco Aurelio. Sin embargo, no pude evitar escribir sobre este tema porque creo firmemente que el estoicismo es una práctica común en los mejores emprendedores que he conocido.
Hace unos meses, mientras organizaba mi oficina y revisaba los innumerables papeles que tenía por todas partes, encontré mis notas de varios años de sesiones uno a uno con emprendedores de todo tipo. Aunque sé que decir esto puede meterme en problemas, siempre hay uno o dos emprendedores en cada cohorte con los que trabajamos que destacan del resto por su ADN único. Al releer mis notas, sobre todo las de las sesiones que más disfruté con estos emprendedores excepcionales, encontré un factor común: son extremadamente autocríticos y exigentes consigo mismos.
Esto podría interpretarse como algo negativo. Hay quienes creen que enfocarse tanto en uno mismo o exigirse demasiado puede amargar la vida. No me corresponde afirmar qué tan válida es esta idea, pero algo que puedo asegurar es que los mejores emprendedores que he conocido tienen algo en común: se responsabilizan de sí mismos. Al analizar mis notas y reflexionar sobre estos líderes, noto que todos son distintos: algunos más humanos y gentiles, otros más serios y estructurados; unos con un talento innato para los números y otros con habilidades comerciales excepcionales. Pero todos, sin excepción, tienen una sola cosa exactamente igual que comparten en su actuar: se exigen constantemente y asumen la responsabilidad de sus resultados.
Puede parecer obvio decir que las personas se responsabilizan de sus resultados, pero no es así. He conocido emprendedores con habilidades impresionantes, personas que deslumbran por su inteligencia y destreza, y aun así no logran lo que otros consiguen. ¿Por qué? Porque buscan fuera de sí mismos las razones de sus fracasos. Un emprendedor estoico, en cambio, antes de señalar a otros —al inversionista que no creyó en él o al cliente que no compró— se mira a sí mismo y entiende que su único control está en ser una mejor versión para que el próximo inversionista invierta o el siguiente cliente compre.
Hace un año exacto, durante el meetup anual de alumni de Rockstart —un evento donde trabajamos temas como liderazgo, retos de los emprendedores y actividades de comunidad—, tuvimos la fortuna de contar con Simón Borrero, de Rappi, como muchas veces lo hace en nuestra comunidad, pero ese día abordó el tema del estoicismo. Entre las preguntas que le hicieron nuestros emprendedores, muchas giraron en torno a la dificultad del camino emprendedor. Algunos comentaron que quienes alcanzan "más resultados" parecen tener un recorrido menos solitario y por ende más fácil. Simón fue claro: no es así. De hecho, los retos solo crecen en tamaño, y lo único que uno puede hacer es enfocarse en mejorar, trabajar sus áreas de oportunidad y convertirse en el líder que su compañía necesita.
El estoicismo, en pocas palabras, trata de distinguir entre lo que está en nuestras manos y lo que no, para enfocarnos en aquello que podemos controlar y mejorar, dejando de lado lo que se escapa de nuestro poder. Como enseña esta filosofía, es el trabajo duro, humilde y constante el que trae los frutos. Ese es, para mí, el camino de los emprendedores que logran más que los demás.
Una metáfora común para ilustrar esto es la del iceberg, que muestra cómo el éxito visible —lo que está en la superficie— es solo la punta de un esfuerzo profundo que permanece oculto. Muchas veces vemos a emprendedores como Simón Borrero o David Vélez y los imaginamos como genios superiores y superdotados. Pero bajo ese éxito que admiramos hay capas invisibles de trabajo arduo, compromiso y liderazgo genuino que pocos logran.
En la cúspide del iceberg están los resultados visibles: el reconocimiento de la masa y la notoriedad de su empresa en prensa, redes y muchas partes. En un nivel más abajo encontramos el cumplimiento sistemático: fijarse metas y alcanzarlas con precisión, proyecto tras proyecto. Aún más profundo está el liderazgo auténtico, es ese nivel en el que el emprendedor ayuda a otros a crecer y que se manifiesta en actos desinteresados, como lo que hacen Simón y muchos otros al apoyar a nuevos emprendedores. Pero el nivel más difícil de describir es el núcleo mismo del emprendedor: lo que representa como ser humano.
Llegar a ese nivel no tiene nada que ver con la fama o los seguidores, sino con valores, visión y coherencia. Un verdadero ejemplo a seguir no busca reconocimiento ni lo hace para que los demás lo reconozcan; de hecho es al contrario, inspira por lo que es y lo que hace sin siquiera darse cuenta de lo que su ser transmite. Es ahí donde el emprendedor estoico se distingue: en su capacidad de enfrentar la incertidumbre con integridad y ser un modelo a seguir, no por likes o titulares, sino por acciones consistentes y auténticas.
[Mi forma gráfica de iceberg debajo de un lider emprendedor real, la manera estoica en que se construye más allá de lo que todos ven evidente]
Aunque he mencionado a figuras conocidas como Simón o David, también hay emprendedores menos reconocidos que inspiran profundamente y alcanzan ese último nivel del iceberg. No se trata de leer sobre estoicismo ni de declararse estoico; se trata de exigirse a diario y cumplir consigo mismo.
Agradezco a los líderes emprendedores que, desde la generosidad y no el ego de ser reconocido, retribuyen al ecosistema. Agradezco también a aquellos que, en silencio y lejos de los reflectores, son ejemplos de coherencia y liderazgo. Espero que cada día haya más emprendedores cuyo liderazgo se defina por sus valores y no por lo que buscan que los titulares digan de ellos.