Aprender a pelear
Los conflictos entre co-founders son inevitables; decir que no habrá peleas es como decir que en los matrimonios todo es perfecto: imposible. Sin embargo, existen peleas que pueden arrasar con todo, y por eso hay que aprender a pelear bien. De hecho, las peleas, bien llevadas, pueden ser el catalizador que una relación de trabajo necesita para crecer.
En nuestra sociedad, parece que la palabra "pelea" lleva consigo una connotación negativa y, aunque a veces lo es, la realidad es que el conflicto puede ser una gran oportunidad para cualquier relación. Cuando hay tensión y diferencias, es señal de que algo importante se está gestando, y eso siempre es un buen indicio. En cambio, si uno está siempre en modo “sí señor” y es demasiado complaciente, puede que haya dos razones: o a una de las partes realmente no le importa lo que sucede o se está dejando de ver lo esencial para ambas partes.
Todos sabemos que los negocios y emprender conllevan decisiones difíciles que hay que tomar constantemente. Trabajar entre co-founders es como construir una relación de pareja, donde las decisiones importantes suelen llevar a discusiones que, a veces, se convierten en peleas. Recuerdo que de niña, cuando debía tomar una decisión complicada, mis padres me decían que, si realmente me importaba, no sería fácil. Quizás lo mismo ocurre con los co-founders: cuando la tensión se asoma, es una señal de que estamos tocando algo relevante, algo que vale la pena explorar.
Al inicio, una relación de socios suele ser muy positiva, llena de entusiasmo e ideas sobre un futuro prometedor por lo que las peleas ni se asoman. De hecho, son pocos los casos en los que los fundadores se sientan a conversar sobre el lado negativo, la alineación de expectativas o lo que esperan obtener del proyecto más allá de construir algo que los apasione. Es solo ante los primeros conflictos cuando surge la verdadera alineación, porque es allí donde todo se pone a prueba y hay que entender aspectos más profundos de las personas que hay detrás de los roles de socios.
En Latinoamérica decimos “pelear” y enseguida pensamos en algo negativo, ¿verdad? Pero, ¿y si vemos el conflicto como una oportunidad? ¿Qué tal si, en lugar de evitar el conflicto, sintiéramos curiosidad por lo que hay detrás de esa tensión? Cuando surge una diferencia importante, puede significar que hay algo en juego, algo que realmente importa. A veces, el problema no es el desacuerdo, sino la falta de él.
En Rockstart, tenemos un track indispensable en el que creemos firmemente: el liderazgo fundador. Parte de este track trata de las conversaciones difíciles que hay que tener. Hablamos mucho de OKRs, KPIs, metas, métricas y temas técnicos, pero rara vez tenemos reuniones para ver los problemas a la cara. Suena raro y algo pesimista, pero al igual que hacemos sesiones de alineación con nuestros equipos de colaboradores y damos feedback a ellos, necesitamos estas conversaciones entre founders para discutir lo que, coloquialmente diríamos, se esconde debajo del tapete.
En el día a día de las startups, la urgencia y los “incendios” acaparan toda la atención. Por esto, vivimos entre operaciones y problemas que nos alejan de lo realmente importante a largo plazo. Curiosamente, uno pensaría que, con tantos incendios, ya estamos teniendo las discusiones difíciles en el momento adecuado; sin embargo, en el 90% de los casos no es así. Las verdaderas peleas vienen de esos problemas repetitivos en los que ni siquiera hay tiempo para discutir la posición de cada uno.
En estos tracks de liderazgo de Rockstart, cuando llegamos a la parte de conversaciones difíciles, siempre hay temor de lo que pueda surgir o romperse. La primera vez que organizamos esos espacios con una metodología para estas conversaciones, hubo mucho caos. Recuerdo perfectamente que, después de un assessment, entregamos a algunos emprendedores los resultados con descripciones de temas por resolver entre socios, y hubo mucho escándalo y rabia hacia Rockstart.
Algunos emprendedores no esperaban que el programa los llevara por estos caminos y los obligara a abordar temas realmente incómodos. Ante las quejas, algunos acudieron a Felipe, nuestro CEO, pero nos mantuvimos firmes en nuestra postura. En el pasado, habíamos visto startups con buenos productos y negocios sólidos desmoronarse porque los equipos no estaban alineados para afrontar la incertidumbre y los conflictos. Al final, todo se venía abajo, llevándose hasta el negocio.
De esas experiencias aprendimos algo clave: las conversaciones difíciles deben detonarse antes de que sea demasiado tarde. En Colombia hay un dicho famoso: “uno sabe con quién se casa, pero no de quién se divorcia.” Esto aplica 100% en las sociedades, sobre todo si no se han tenido conversaciones previas sobre valores, cultura, lo que molesta del otro, cómo se toman decisiones y lo que se espera a largo plazo.
Después de vivir situaciones como estas, empezamos a investigar qué diferenciaba a los fundadores que permanecían juntos a pesar del caos. Encontramos algo claro: tenían un propósito empresarial y personal muy claro, compartido entre ellos desde el inicio y con total transparencia. Aunque no parezca revelador, muy pocas veces los fundadores logran ver más allá de sus propios intereses y poner el objetivo común como punto de unión.
En nuestros ejercicios con los equipos de founders, trabajamos en ese punto común. Para llegar allí, primero se deben entender los valores innegociables de cada parte, los “intocables” para cada persona que hay detrás del founder. Luego, identificamos dónde el negocio podría vulnerar esos valores, y se establece una meta común clara, una meta que idealmente sea cuantificable. Así, las conversaciones incómodas se convierten en una gran alineación y, en el futuro, las peleas siempre pueden volver a esa raíz, como en un matrimonio que retorna a sus votos.
Pelear no se trata de vencer al otro; se trata de desenterrar lo que está en juego, de sacar las ideas de ambos y contrastarlas, como una prueba de fuego para ver qué puede sobrevivir y fortalecerse. Aprender a pelear es aprender a escuchar y ser escuchado, a ganar perspectiva y entender que la verdad no suele ser un camino de una sola vía.
[Mi forma gráfica de entender esa diferencia entre las peleas que destruyen y las que sacan a flote lo verdaderamente valioso]
Y, claro, no todas las peleas son constructivas. Algunas desgastan, queman a las personas y desgarran sociedades entre co-founders. Pero, cuando logramos pelear bien, con respeto y conciencia, las ideas se depuran, la confianza se fortalece y las relaciones se vuelven más resistentes. Aprender a pelear es, en realidad, aprender a entenderse, a seguir apostando, aunque sea difícil, porque el proyecto y la relación valen la pena.
Gracias a los fundadores y fundadoras que nos han permitido mediar sus conversaciones difíciles y sus peleas. Gracias a quienes toman la incomodidad de estos ejercicios que les hacemos durante el programa como una oportunidad para aprender del otro. Y gracias a los que se rindieron en el camino, pues nos enseñaron algo que antes no veíamos, aunque ahora parezca tan lógico.